Opinión
Poner en práctica su visceral lucha por la democracia es el mejor tributo
Publicado el 4 de Marzo de 2011Por
Politólogo. Asociación Civil Mariano Moreno.
Hace 200 años, Mariano Moreno moría en alta mar a bordo de la Fragata inglesa Fame, producto de una dosis letal de ácido tartárico suministrada por el capitán Bathurst Walte. Su cuerpo fue arrojado a las aguas, a unos kilómetros de la costa de Brasil, cerca de la isla de Santa Catarina, hoy muy visitada por los argentinos.
La figura de Mariano Moreno tuvo dificultades para incorporarse en la reivindicación histórica de los relatos de nuestro país. Generalmente se lo retrata con una estampita de carilindo y se lo recuerda por ser fundador de La Gazeta, olvidando que su pensamiento marca los inicios de la politología argentina, disciplina que llamaba “la sublime ciencia que trata del bien de las naciones”.
Es que para la corriente liberal era demasiado jacobino y al revisionismo le molestaba su librecambismo. Sin embargo, tras la crisis de 2001, este joven revolucionario fue ganando espacios en los discursos políticos. Y es que Mariano Moreno se mete de lleno en el presente al marcar orientaciones en la construcción del gobierno. Ese llamado a construir el Estado era como un grito de libertad para quienes querían reconstruir una Argentina en crisis.
Junto a figuras como Manuel Belgrano, Bernardo de Monteagudo, Juan José Castelli o Mariquita Sánchez de Thompson; las ideas de Moreno revindicaban una Democracia en plena igualdad de sus miembros, es más, el concepto de participación está presente en su visión, cuando sostenía que “El pueblo no debe contentarse con que sus jefes obren bien; él debe aspirar a que nunca puedan obrar mal.”
Además, a diferencia de una visión conductista y disciplinadora de la educación, Moreno impulsaba una formación emancipatoria, que dote a la ciudadanía de la capacidad crítica ante al poder. Expresa esta visión ese Quijote andante representado por Tato Bores que recitaba su frase: “Si los pueblos no se ilustran, si no se vulgarizan sus derechos, si cada hombre no conoce lo que vale, lo que puede y lo que sabe, nuevas ilusiones sucederán a las antiguas y después de vacilar algún tiempo entre mil incertidumbres, será tal vez nuestra suerte, mudar de tiranos, sin destruir la tiranía.”
Si bien cada ciudad de nuestro país tiene su calle, plaza o escuela con el nombre de Mariano Moreno, lo mejor que le puede pasar a la política argentina no es recordarlo en placas o afiches o actos oficiales, sino poner en práctica su visceral lucha por la democracia, ese es el mejor tributo.
Politólogo. Asociación Civil Mariano Moreno.
Hace 200 años, Mariano Moreno moría en alta mar a bordo de la Fragata inglesa Fame, producto de una dosis letal de ácido tartárico suministrada por el capitán Bathurst Walte. Su cuerpo fue arrojado a las aguas, a unos kilómetros de la costa de Brasil, cerca de la isla de Santa Catarina, hoy muy visitada por los argentinos.
La figura de Mariano Moreno tuvo dificultades para incorporarse en la reivindicación histórica de los relatos de nuestro país. Generalmente se lo retrata con una estampita de carilindo y se lo recuerda por ser fundador de La Gazeta, olvidando que su pensamiento marca los inicios de la politología argentina, disciplina que llamaba “la sublime ciencia que trata del bien de las naciones”.
Es que para la corriente liberal era demasiado jacobino y al revisionismo le molestaba su librecambismo. Sin embargo, tras la crisis de 2001, este joven revolucionario fue ganando espacios en los discursos políticos. Y es que Mariano Moreno se mete de lleno en el presente al marcar orientaciones en la construcción del gobierno. Ese llamado a construir el Estado era como un grito de libertad para quienes querían reconstruir una Argentina en crisis.
Junto a figuras como Manuel Belgrano, Bernardo de Monteagudo, Juan José Castelli o Mariquita Sánchez de Thompson; las ideas de Moreno revindicaban una Democracia en plena igualdad de sus miembros, es más, el concepto de participación está presente en su visión, cuando sostenía que “El pueblo no debe contentarse con que sus jefes obren bien; él debe aspirar a que nunca puedan obrar mal.”
Además, a diferencia de una visión conductista y disciplinadora de la educación, Moreno impulsaba una formación emancipatoria, que dote a la ciudadanía de la capacidad crítica ante al poder. Expresa esta visión ese Quijote andante representado por Tato Bores que recitaba su frase: “Si los pueblos no se ilustran, si no se vulgarizan sus derechos, si cada hombre no conoce lo que vale, lo que puede y lo que sabe, nuevas ilusiones sucederán a las antiguas y después de vacilar algún tiempo entre mil incertidumbres, será tal vez nuestra suerte, mudar de tiranos, sin destruir la tiranía.”
Si bien cada ciudad de nuestro país tiene su calle, plaza o escuela con el nombre de Mariano Moreno, lo mejor que le puede pasar a la política argentina no es recordarlo en placas o afiches o actos oficiales, sino poner en práctica su visceral lucha por la democracia, ese es el mejor tributo.
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